jueves, 28 de abril de 2011

EL ESTADO ACTUAL DE LAS RUTAS.


Asfalto gastado, mordido, ondulado o agujereado; banquinas estrechas, fangosas, desniveladas o simplemente inexistentes; guarda rails cobrizos de óxido; peligrosos cruces de caminos a nivel, semáforos en plena carretera y desfiles de camiones cuya carga y peso nadie controla: es sólo una muestra del menú de riesgos a los que millones de automovilistas se exponen cada vez que salen a las principales rutas nacionales.
Desde 1997, unas 50 mil personas murieron en las rutas, según las estimaciones de la ONG Asociación de Políticas Públicas (APP). De los últimos casos ya se sabe: un chico de 11 años, que había sobrevivido a un trasplante de corazón en 2010, murió junto a su papá el lunes pasado, en un accidente en Azul, cuando un camión los embistió de frente. Otras 13 personas habían muerto menos de 48 horas antes, el domingo pasado, cuando en la ruta 7 otro camión embistió de frente a la combi en la que viajaban. Eran creyentes que iban a pedir salud a un sanador. Las fotos estremecen como postales de un país que se autodestruye.
La red vial argentina es de 239.677 kilómetros, incluyendo las rutas nacionales y las provinciales. Las transitan unos 10 millones de vehículos, y cada año se suman no menos de 30 mil camiones, los principales factores de riesgo móvil de un trazado que hace tiempo ha quedado obsoleto y que, sólo en las rutas nacionales, está cruzado por 1.300 pasos a nivel. Del total de la red vial, sólo están pavimentados 76.039 kilómetros, es decir, el 31,72%, menos de un tercio del recorrido. El resto (163.638 kilómetros) es de ripio o de tierra.
No hay que hacer muchas cuentas para saber la relación entre la calidad de los caminos y la muerte: en las autopistas, donde no hay que cruzarse de mano, sólo ocurre el 9% de los accidentes que cuestan vidas. Para más datos: el 38% de los accidentes ocurre por invasión del carril opuesto. Lo indica el Centro de Experimentación y Seguridad Vial (CESVI).
La peor combinación posible, indican los expertos, es la de rutas en mal estado y el exceso de camiones. No es cuento: en uno de cada tres accidentes fatales está involucrado un camión. El aumento del tráfico de camiones en los últimos años es notable gracias al crecimiento de la economía. Pero a eso lo acompañó la paralisis o destrucción del sistema ferroviario nacional y las enormes demoras o moras en la construcción de autopistas o rutas de resistencia. Al ritmo en el que hoy se construyen carreteras, se tardarían 440 años para llegar al estado ideal (Ver Página 39).
Hoy el 95 % de la mercadería que se transporta en la Argentina se hace a través de camiones y sólo el 4% se mueve por tren. Las estaciones de tren, se sabe, se han convertido en casas de fantasmas o, con suerte, en paseos de compras. El impacto no es sólo social, también es vial. Las rutas no aguantan tanta carga. El asfalto cede, se perfora o se deforma como si fuera una sustancia líquida. Hoy, el 12 por ciento de los vehículos que circulan las rutas son pesados. O camiones o micros. Toneladas en movimiento. Peligro a alta velocidad.
¿Soluciones? Para distancias cortas, la construcción de una poderosa red vial que acompañe el crecimiento. Para distancias largas, recuperar el tren, esa vieja promesa que nadie cumple.
Hay casos que son paradigma. La construcción de la autopista Rosario-Córdoba disminuyó la muerte en la zona. Pero la suspensión de la autopista de la Ruta 8 genera la queja sostenida de los cientos de miles de vecinos que ven a sus pueblos atravesados por autos y camiones, convertidos de pronto en armas letales.
Un grupo de periodistas de Clarín recorrió 5 de las rutas nacionales más peligrosas, de acuerdo al ranking del CESVI. El resultado es un compilado de imágenes repetidas: las rutas no soportan la emergencia, invitan al error, no resisten el menor guiño cómplice de la muerrte. Los conductores temerarios, esa maldita costumbre argentina, hacen el resto.

Fuente: Clarín 24/04/11.

miércoles, 27 de abril de 2011

PANORAMA HISTÓRICO DE LA ACTIVIDAD TURISTICA.


El fenómeno social denominado turismo, como todo acto humano, posee la dualidad de Eros y Tanatos. Llega a ser un acto tan creativo que muchos hombres han dedicado su vida a viajar eternamente, hoy considerado de algún modo como viajero frecuente, sin embargo este aspecto positivo del fenómeno turístico queda al margen de esta ponencia ya que centramos nuestro interés en su antagónico, en la tendencia humana inspirada por Tanatos o la destrucción.

Sin duda alguna, estamos sujetos a las variables de tiempo, lugar y modo, por lo que viajar hoy en día es totalmente distinto al concepto acuñado al que se tenía en el siglo XIX y mucho más distante del que pudiera definir Marco Polo, Heródoto o el mismo Homero a propósito de la Odisea, por tanto, debemos precisar que viajar en la actualidad, tomando en cuenta las cinco últimas décadas, implica un acto planeado, presupuestado, contratado y en muchas ocasiones obligado. De igual manera que con el aspecto temporal, el relacionado con el locativo, éste se determina por publicidad, folletería, agencias y en el mejor de los casos por una extraordinaria y envidiable plática o narración en los ámbitos laborales. En tanto que la modalidad que hemos optado, desarrollado y agotado, mejor conocida como turismo masivo, familiar o de negocios.

Con respecto a los impactos negativos (entiéndase estrictamente destructivos) aquí tan solo retomamos aquellos dos que consideramos comunes al turismo masivo, donde quiera que éste se realice, aquel que atenta contra la identidad de un pueblo determinado y aquel que altera el medio ambiente. Ciertamente identidad y medio ambiente son temas por demás bastante amplios y por ende polémicos. Quede pues acotado en lo dicho anteriormente, nuestras reflexiones.

Finalmente, basta precisar al sujeto, a los actores de esta tragedia contemporánea, a quienes de manera directa están involucrados en esta problemática, ellos son: a) el receptor o quien acoge la demanda turística en su cotidianidad, que en la mayoría de los casos se establece una relación doble la de espectador y la laboral; b) quien desarrolla o invierte capital, a fin de que el fenómeno se detone y con ello garantizar la recuperación de su inversión y la generación de la ganancia o explotación del mercado y c) el turista o viajero que por lo general es un extraño o ajeno a la comunidad por cuestiones idiomáticas, de costumbres y de rasgos, pero es quien aporta el elemento de interés común, al menos para dos de los actores, que es la sujeto-divisa que se transforma en la derrama económica y que adquiere el título de "su majestad" a pesar de todo, lo que le confiere un poder, que en muchos de los casos está acompañado de la fantasía, ficción y necesidad de ser otro en sí mismo; un ser distinto de su cotidianidad, es decir, se da en él una transformación adoptando la figura del semidios turista hijo de Apolo o Mercurio según el referente clásico si es que lo hay.

Con respecto a la tipología de los impactos negativos del turismo masivo(INTM) quedan éstos sujetos a los ámbitos establecidos con anterioridad (lo natural- medio ambiente; lo social-identidad) siendo los más comunes e importantes por su capacidad de destrucción, alteración o corrupción, mismos que su variación es mínima y generalmente siguen un mismo patrón no importando la localidad.

La responsiva tripartita en el ámbito natural
...Probablemente la gran preocupación de todo país en la actualidad, es el impacto que el turismo tendrá sobre sus ambientes... (Naisbitt en Middleton, Sustainable Tourism,1998***).

Esta idea ofrece la dimensión de la problemática donde el turismo es el principal factor por su crecimiento, que amenaza el medio ambiente.

Sin embargo, el primer punto que debe establecerse es que, el reconocimiento del hombre sobre el daño ambiental como resultado de su actividad económica, no es nuevo. Hace 2,400 años Platón ya escribía sobre la erosión del suelo y la deforestación como resultado del sobre pastoreo y el uso de madera como combustible, en las montañas de Ática (Middleton,1998: p. 4). La gente tiende a magnificar su participación, para bien o para mal, en todas las épocas y siempre se buscan responsables.

Si bien es cierto que la actividad turística tiene una participación activa, no es, como se ha establecido en algunas ocasiones, la causa primaria de contaminación y degradación ambiental.

Detrás de éstas aseveraciones, existen otros grupos críticos, que tiene la firme creencia de que a actividad turística puede ser no sólo una actividad económica que potencialmente sea más benéfica en términos ambientales que cualquier otra industria global, sino también más receptiva con relación a cuestiones de manejo.

Una de las dimensiones del argumento de la sostenibilidad del desarrollo, aplicado al turismo, subyace en la introducción de una práctica sustentable en los destinos, donde el impacto de los turistas, de los desarrolladores turísticos y del habitante local se coluden contra el ambiente físico:

El comportamiento ambiental de los turistas depende de su edad, origen y escolaridad entre otros, pero también del propio comportamiento ambiental de los locales, es decir, es más fácil comportarse negativamente en términos ambientales cuando la propia población local lo hace. La destrucción de arrecifes coralinos y manglares para la construcción de embarcaderos y zonas hoteleras, del excesivo uso-desperdicio de agua en albercas, campos de golf y poblaciones turísticas, la descarga de aguas sin tratar a suelos y cuerpos de agua y la alta tasa de producción de basura son entre otros, ejemplos de responsabilidad ambiental compartida. Por un lado, el empresario que considera engorroso e innecesario dar cumplimiento a las normas ambientales y hace contrataciones que le ayuden a disminuir los costos en este sentido, además de acelerar su proyecto. Generalmente es un empresario no local, venido de fuera e incluso extranjero, por lo que, lo que suceda al ambiente "sin dueño o de todos" es insignificante contra el objetivo primario: recuperar la inversión a corto plazo y multiplicarla rápidamente. El empresario, cegado ante su fin primordial, incluso se atreve a señalar a los habitantes de la zona (incluyendo al gobierno local) por la cuestión ambiental, que daña su imagen. El turista entonces se vuelve un instrumento del empresario para cumplir su objetivo, alguien que es incentivado al consumismo, tal vez una de las víctimas más que agresor principal. El habitante local, se convierte en un ente incapaz de contradecir o cuestionar las formas y medios para el desarrollo turístico, se olvida de sus derechos de disfrutar de un paisaje natural (no deteriorado) y hasta se convierte en empleado de ésta misma destrucción: corta árboles que mantienen sus casas frescas, desvía ríos para construir edificios mismos que luego inundarán sus casas, cerca e impide acceso a playas para disfrute de turistas, mismas que su familia ya no podrá visitar.. Entre todos se las arreglan para que el sacrificado sea el ambiente por un objetivo puramente monetario que finalmente se concentra en unos cuantos y se olvida de que este sacrificio ambiental, pronto se vuelve contra él mismo (hombre-turista, hombre-empresario y hombre- habitante local.).

jueves, 7 de abril de 2011

IMPACTO ECONÓMICO Y ESPACIAL DE LA ACTIVIDAD TURÍSTICA.


La naturaleza de la actividad turística, es un resultado complejo de interrelaciones entre diferentes factores a considerar conjuntamente, desde una óptica sistemática, es decir un conjunto de elementos interrelacionados entre sí que evolucionan dinámicamente.

Actualmente es evidente la necesidad de realizar una adecuada planificación para que un determinado espacio, municipio o zona turística pueda llegar a tener un valor significativo como producto turístico y por lo tanto constituirse en un elemento relevante de la economía de la zona.

La correcta optimización de los recursos naturales y culturales, disponibles en el área, la definición de un plan de trabajo que unifique y coordine las distintas disciplinas (transdisciplina) que intervienen en el desarrollo turístico y por sobretodo la adecuada planificación de las estrategias de producto y comercialización del mismo, pueden determinar la diferencia entre obtener un producto competitivo o un producto mediocre que tienda a desaparecer en el tiempo.

En la actividad turística confluyen muchas y variadas disciplinas que generan equipos de trabajo transdisciplinarios, como medio ambiente, urbanismo, sanidad, legislación, infraestructura, etc. que juntamente a las específicas del hecho turístico, hotelería, gastronomía, transportación, recreación, etc. deben integrar un todo para ser interpretado y evaluado adecuadamente al definir el modelo de desarrollo turístico que se desea seguir. Este, debe estar inserto y armonizado con el modelo de ciudad, zona o región en su conjunto, única manera de lograr una interrelación de todos los sectores que intervienen con el fin común de lograr su desarrollo.
Paralelamente es necesaria la utilización del marketing para configurar la venta del producto turístico en el mercado, lo que requiere una profunda evaluación y toma de decisiones no contaminadas de posturas sectoriales o de criterios localistas o personalistas que lo alejen de la racionalidad que el propio mercado va
determinando.

Actualmente el mercado plantea la necesidad de obtener productos altamente competitivos como clave para su supervivencia económica, lo que conlleva a desarrollar los productos turísticos según un proceso de planificación integral.
El espacio como base de la oferta turística

Los atractivos turísticos tienen como expresión espacial la característica propia de ser puntuales, a pesar de que en algunos casos abarcan áreas a veces bastante extensas como los parques y o reservas naturales. Aun, en éstos, lo importante se sitúa en algunos atractivos que abarcan una pequeña parte de ese territorio de tal manera que independientemente de su área de influencia se produce un corte o
interrupción espacial entre uno de ellos y el siguiente. En esos sectores intermedios solemos encontrar localizados todo tipo de actividades no turísticas como fábricas, ciudades, explotaciones agrícolas.