domingo, 2 de mayo de 2010

EL VIEJO HOTEL OSTENDE.


El 21 de marzo de 1913, la Revista Fray Mocho comenta con lujo de detalle la creación de Ostende, una fabulosa villa balnearia en la costa atlántica.
Pocos días después, el 6 de abril de 1913, el balneario es fundado oficialmente ante centenares de personas atraídas por los anuncios que invitaban a conocer el magnífico emprendimiento. Desde entonces, Ostende es un lugar privilegiado y se ha convertido en el favorito de muchos argentinos.

El progreso de la República Argentina aumenta enormemente. Fray Mocho se complace en divulgar la noticia del admirable récord batido por nuestro país... Ahora es la República Argentina la que puede jactarse, con orgullo, de ser la única que con mayor rapidez puede fundar un magnífico balneario que asombra. Nos referimos al balneario Ostende que llegará a ser el preferido de la República. Sobre la orilla del mar, hasta hace seis meses desierta, hoy se levanta un pueblo...
Para ahondar en esta historia, es necesario remontarse un siglo atrás. En 1908, el Ferrocarril del Sud habilita una parada ferroviaria dentro del campo de José Guerrero con el nombre de Estación Juancho a unos 29 km del mar. La zona, desde General Madariaga hasta Ostende, se denominaba Montes grandes de Juancho y estaba habitada por enormes e indómitas dunas.

Anteriormente, la zona había pertenecido a don Martín de Álzaga, casado con Felicitas Guerrero, una bella joven de la alta sociedad porteña. A la muerte de don Martín, en 1870, Felicitas hereda sus tierras y con ellas las estancias Bella Vista, La Postrera y Laguna de Juancho. Pero Felicitas muere en 1872 víctima de un drama pasional.

Es el auge de la Modernidad, las ciudades crecen y el ocio es el lujo
de la clase alta.

Al no tener descendencia, las tierras pasan a ser propiedad de su padre, don Carlos Guerrero, y a la muerte de éste y de su esposa, Felicitas Cueto, los siete hijos del matrimonio heredan los campos.

De la subdivisión realizada en 1886, 25 km de playas y médanos costeros quedan divididos entre las estancias Martín García, La Invernada, El Rosario y Manantiales, propiedad de Manuel y Enrique Guerrero. Poco tiempo después, las tierras pasan a manos de José Guerrero.

Al tener un medio de comunicación cercano, surge la idea de aprovechar urbana y turísticamente la zona, sólo poblada por mar, dunas y médanos solitarios. Entonces, los pioneros belgas Ferdinand Robette y Agustín Poli decidieron comprar una fracción de 14 km2 de dunas.

A partir de 1909, una compañía belga al mando de Robette encara el ambicioso proyecto que da empleo a trabajadores japoneses que residen a 1 km, en el puesto de estancia Colonia Tokio. Los belgas, nostálgicos, llamaron Ostende al lugar, pues les recordaba el balneario del Mar del Norte. De allí venían y, a imagen y semejanza, buscaron desarrollar un proyecto urbanístico cercano a los balnearios europeos.
EsSe desarrolla la arquitectura, Henry Ford moderniza la industria automotriz y en Buenos Aires se inaugura el subterráneo A.

Una urbanización no habitual, sin lujo pero elegante, incluía una avenida central de 50 m de ancho, un hemiciclo y una rambla con pilares y balaustradas, que quedó inconclusa y cuyos pináculos hoy sobresalen de la arena.

En el proyecto original estaba previsto un hotel de más de 80 habitaciones, el Hotel Termas, que luego se convertiría en el Viejo Hotel Ostende.

Ofrecía amplios salones, espacios para juegos, lectura y esgrima, fábrica de pastas y repostería, restaurantes y jardines de invierno. La llegada al hotel formaba parte de la aventura. Un tren partía de la estación Constitución hasta la estación Juancho. El viaje proseguía en volantas hasta la Colonia Tokio, donde comenzaban las dunas y se transbordaba a un pequeño tren de vías móviles (decauville) que llegaba a destino.

Nace el jazz, el tango triunfa en Europa y aquí se disputa el primer
River-Boca. Sobre la playa, actualmente se conserva el albergue veraniego
del Dr. Arturo Frondizi.

Sin embargo, la naturaleza indómita de las dunas complicó el sueño del balneario. Se inició un plan de forestación pero su éxito no duró demasiado y, pronto, varias edificaciones quedaron bajo la arena. Finalmente, la compañía abandonó el proyecto. Como testigos quedaron los dos pilares de la antigua rambla, a la altura de la actual Hostería Rambla -el Castillo, como hoy se lo conoce- nudo del edificio que sería el Atlantic Palace Hotel (hoy Asociación Albergues de la Juventud) y la casa del fundador de Ostende, Ferdinand Robette (hoy Casa Fasel).

Como testigo principal, sobre 90 años de historia, poblado por fantasmas amables y recuerdos entrañables, hoy se yergue el Viejo Hotel Ostende.

Fue construido a partir de 1913 y se inauguró oficialmente el 15 de diciembre de ese mismo año. Sus primeros propietarios fueron los señores Beovide y Colombo.
Contaba don Carlos Gesell que, en 1931, al llegar por primera vez a Ostende, tuvo que ingresar al primer piso del edificio por una pasarela de tablones, ya que la arena tapaba completamente la planta baja y los alrededores, aunque, pese a ello, el hotel seguía funcionando...

Las crónicas de los visitantes cuentan cuántas veces tenían que salir o entrar por las ventanas, lo que añadía un toque de diversión a la estadía, sobre todo para los niños.

El Viejo Hotel Ostende también es conocido como el Hotel de los Fantasmas entre los escritores que lo frecuentan. Por eso, a nadie sorprende la leyenda que indica que fue en un papel con membrete del hotel que Antoine de Saint-Exupéry escribió sus primeros textos durante sus dos veranos en la Argentina, hospedado en la habitación 51 de la torre, hoy recreada tal como la dejó el escritor. Las paredes del bar albergan las copias facsimilares de los bocetos de su obra El principito y una añeja vitrina presenta las ediciones de sus obras. Enclavado entre las dunas y el mar, el hotel fue acumulando historias e inspiró otras nuevas historias. Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo escribieron la novela policial Los que aman, odian, cuya trama transcurre en el hotel sitiado por las tormentas de arena

Los viajeros que han disfrutado sus veraneos en el Viejo Hotel Ostende también tienen historias fascinantes para contar. El hotel continuamente recibe cartas, recuerdos y agradecimientos de quienes han pasado en él momentos inolvidables. Un hombre, por ejemplo, cuenta que nació en el Hotel Ostende el mismo día que una ballena quedó varada en la playa (la quijada del animal está expuesta en una galería del primer piso). Un pionero, hijo de uno de los albañiles que levantaron el hotel, relata que su hermana Rosa fue la primera mujer nacida en el hotel y que estuvo a punto de llamarse Ostendina.

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