jueves, 17 de junio de 2010

OCIO Y TURISMO EN LA ERA DE LA GLOBALIZACION.

Cambios suscitados en el ocio y el turismo en el marco de la sociedad global

Identificado el proceso de globalización es necesario tener en cuenta los procesos colindantes de relocalización y entrelazamiento que con él se producen. Así, uno de los cambios que más se asocia a este proceso tiene que ver con la compresión del espacio y el tiempo, esto es, el proceso social por medio del cual los fenómenos se aceleran y se diseminan por todo el globo. Como lo señala Santos, aun cuando parezca compacto, el proceso presenta condiciones y situaciones diferenciadas y por tanto no puede ser comprendido al margen de las relaciones de poder que dan cuenta de las diferentes modalidades de tiempo y espacio. El poder de la clase capitalista transnacional se hace evidente en la apropiación de la compresión del espacio y del tiempo y la utilización que hace de éste para su beneficio (1997: 6). De este dominio se desprende que las clases subordinadas, representantes de los trabajadores migrantes y los refugiados están implicados en un movimiento físico espacio temporal que no pueden controlar. Las personas y los colectivos se desempeñan de acuerdo a los ritmos impuestos por la globalización, unos ritmos caracterizados por el aceleramiento en la producción, el tipo de pagos, la movilidad de los lugares de trabajo a libre disposición de los patronos, la idea de progreso asociada con el trabajo como valor fundamental, el desprecio del ocio como vivencia y su valoración como consumo, la inexistencia del tiempo libre como marco temporal para la potenciación y acrecentamiento del ser y por último, una sensibilidad y una sociabilidad determinada.

El espacio y el tiempo son dos coordenadas muy importantes en la determinación de la vida de las personas y en la configuración de la sociedad, por ello muchos autores durante la historia han entendido que es en la relación del hombre con el tiempo donde se establecen los límites a su vida. Bien vale aquí retomar a Marx para quién la economía del tiempo representa el fundamento de toda economía.

Economía del tiempo: a eso se reduce finalmente toda economía. La sociedad debe repartir su tiempo de manera planificada para conseguir una producción adecuada a las necesidades de conjunto, así como el individuo debe dividir el suyo con exactitud para adquirir los conocimientos en las proporciones adecuadas o para satisfacer las variadas exigencias de su actividad. Economía del tiempo y repartición del tiempo del trabajo entre las distintas ramas de producción resultan siempre la primera ley económica sobre la base de la producción colectiva (Kart Marx, Grundrisse).

El tiempo no importando la interpretación que de él se tenga, posee una connotación humana y social invaluable, de allí que: La forma como una sociedad distribuye su tiempo, tanto cuantitativa como cualitativamente, las actividades que en él realiza y las relaciones que en ellos se establecen, son factores que manifiestan su situación presente y las tendencias de su desarrollo. Los posibles empleos del tiempo se encuentran socialmente condicionados y las transgresiones en su uso pueden implicar cierto nivel de peligro frente a la relativa firmeza de lo establecido (Rodríguez, 1988: 57).

La compresión del espacio- tiempo en la actualidad se puede leer al modo de Rodríguez, como el paso de un tiempo policrónico a uno monocrónico, esto es, el paso de una cultura que considera el tiempo de una forma flexible a una cultura del tiempo arbitrario e impuesto, que no obedece a los ritmos biológicos del hombre o a su capacidad creativa (1988:61). Se trata de un tiempo y un espacio que no le pertenecen a las personas, ellas no pueden determinar libremente sobre ellos. Así se presentan como elementos extraños, alienados como el hombre mismo dentro de las estructuras sociales imperantes. Tiempo y espacio son de ésta forma, dos nuevos objetos, dos nuevas mercancías bajo las cuales se reproduce la tendencia recurrente de alienación y dominación en el capitalismo. Como mercancías producidas por el hombre se convierten en objetos que lo destruyen, que lo convierten en un prisionero de su propia producción, en lugar de servir a sus necesidades materiales y culturales.

Otro cambio destacado con la globalización tiene que ver con el proceso de homogeneización cultural. Una homogeneización del mundo en la perspectiva de occidente mediante la cual se altera y deforman las civilizaciones y culturas primitivas de nuestros países. Es implacable la distorsión de sus formas de ser orgánicas, de sus maneras originales y tradicionales de producir, vivir, pensar, en general de relacionarse con el mundo (Flores, en Rojas y Corral, 2002:103). Para el tema de interés se constata la asunción de prácticas de ocio y de turismo de otros lugares y la eliminación de prácticas autóctonas a partir de una promoción desenfrenada de la industria del espectáculo, que precisa ser revisada críticamente, pues es desde ella que se imponen los valores y las normas de la racionalidad productiva y eficientista para promover los intereses económicos del gran capital.

Desde la industria cultural se impone una manera singular y única de desear y gustar. La sociedad de la globalización, por tanto, sociedad del consumo se realiza a partir de la dialéctica deseo- satisfacción. Los gustos se realizan en el encuentro entre una oferta y una demanda, lo que se constituye en una operación social y cuasi mágica. Como conjunto de elecciones realizadas por una persona determinada, son el resultado de un encuentro entre el gusto objetivado del artista y el gusto del consumidor. En este marco, el artista juega un papel importante en tanto concreción y consumación del deseo, del gusto. Al respecto dice Bourdieu, que «el artista es ese profesional de la transformación de lo implícito en lo explicito, de la objetivación, que transforma el gusto en objeto, que realiza lo potencial, es decir, ese sentido práctico de lo bello que sólo puede conocerse realizándose» (2000:163).

Aquí reside precisamente la habilidad del sistema capitalista y es hacer del productor cultural, artista, escritor, profesional del ocio y del turismo, profeta y periodista un calculador económico racional, que a partir de estudios de mercado busca satisfacer necesidades, procurando obtener beneficios, adelantándose a sus competidores (Bourdieu, 2000:165). En esta tarea es decisivo el rol del aparato educativo, en tanto es a partir de la elevación del nivel de instrucción, o del tiempo de escolarización que se provoca en las personas un interés por la apropiación de bienes culturales, determinando un cambio en la demanda. Este cambio en la demanda tiene como fundamento la rareza, el cambio de gusto frente a un bien se da a partir del juego exclusividad- divulgación. De esta forma el bien cuando se divulga se desclasa, es decir, se devalúa, según Bourdieu. Así, de forma permanente el gusto del consumidor se inclina por un producto raro y nuevo, y de esta manera la rareza determina la necesidad de consumir, la misma que es impulsada y promovida por los medios masivos de información. Dado lo anterior, en la sociedad del consumo desenfrenado de lo que se trata es de reintroducir, a toda costa, la rareza (2000:170).

Desafíos a enfrentar desde el campo de saber del ocio y del turismo

La revolución de las tecnologías de la información ha generalizado el consumo de espectáculos y a su vez, ha permitido una homogeneización de los gustos, de las formas de recreación, de entretenimiento y de turismo de nuestra población colombiana, obviamente en correspondencia con la dinámica internacional de oferta y demanda de diversión. En este marco de interpretación, el enfoque funcionalista del ocio ha colaborado con la legitimación de las medidas implementadas por los diferentes regímenes, derivando en un dispositivo para la dominación, la domesticación y por tanto para la justificación del orden imperante, en este caso, para la adecuación y reproducción de las estructuras enajenantes y extensivas del modelo capitalista transnacional.

Es necesario revisar críticamente los patrones de consumo de ocio y de turismo que se han establecido a nivel internacional, como producto de la globalización y la transnacionalización de la diversión y el entretenimiento, y que desconocen los aspectos sociales y culturales de los agrupamientos humanos para así oponer a la exaltación del poder de las grandes multinacionales y a las políticas supranacionales de una cultura global estandarizada que tiende a la unificación de los valores, la afirmación de las etnias, la prevalencia de los derechos, la organización, la resistencia de grupos y luchadores por multitudes en todas partes del mundo. Es necesario oponer a la industria de entretenimiento y turismo mundializado, la cultura del ocio propio; a lo genérico y estándar de la sociedad del mercado, oponer lo singular y lo propio de nuestros espacios de crecimiento cultural, de alegría y de fiesta. A la cultura de la globalidad y la imposición de sus valores y modelos culturales exógenos, contraponer la autoconservación, como respuesta y como principio de vida. Ante lo homogéneo que se difunde con la globalidad y el capitalismo, levantar las voces de la diferencia y el carácter plural de la sociedad y del mundo en general.

Una de las principales tareas de una educación para el ocio y la recreación en nuestro continente es educar para la comprensión de los mecanismos como opera la lógica del consumo y el papel que en esa empresa juegan las corporaciones multinacionales especializadas en los servicios de entretenimiento, diversión y turismo; y que utilizando los desarrollos tecnológicos de la información y la comunicación, carcomen los cerebros de nuestra población y los llevan a un consumo desenfrenado de prácticas y ofrecimientos generadores de insatisfacción, angustia y frustración en un mundo donde impera el mal desear. De lo que se trata, a nuestro modo de ver, es contribuir para que las personas deseen de otra forma y sobre todo mejor.

La sociedad contemporánea sustituye el crecimiento espiritual y la contemplación como opciones de diversión y de ocio por la ocupación, el trabajo, el logro y la tenencia de objetos. Las vidas consideradas con sentido, son aquellas que más consumo generan, y el lujo adquiere la connotación de ser un elemento de distinción y de clase. De esta forma la sociedad capitalista encuentra en el campo del ocio y el turismo un excelente auxiliar para la propagación de valores y prácticas para la reproducción del sistema, ya sea por la vía de la enajenación directa, es decir, por el consumo directo de objetos, o por la vía de la explotación y la ideología (Melo y Drummond, 2003:13). De lo que se trata, es de coadyuvar para despertar en los sujetos su sensibilidad artística y su potencialidad de vida. Es despertar su capacidad como productor cultural para superar estados de consumo acrítico, con lo que se reproduce la alienación y la dominación. Se busca avivar la sensibilidad y la belleza como estrategias emancipadoras. Pretendemos la generación de una nueva conciencia para develar y transformar la realidad y la vida, no asumiéndolas como algo construido, dado y repetitivo, sino como un esfuerzo por crear y recrear, y también por rebelarnos (Freire, 1990:195).

Para finalizar, está claro que en el ocio y el turismo se expresan los intereses económicos de la globalización, la tendencia recurrente a la concentración y centralización del capital; y su proyecto de largo alcance, construir una organización económica internacional, donde la libre circulación de mercancías, servicios y flujos financieros no encuentren el mínimo obstáculo (Montes y Toledano, 2003:2). De esta manera no son objetos al margen de las dinámicas sociales, en ellos se plasma el proyecto de sociedad ideada por los planificadores y los que toman las decisiones políticas, con lo que tiene sentido que ahora nos hagamos la pregunta:

¿Queremos que el ocio y el turismo sigan siendo factores de dominación, convertidos en mercancías económicamente útil, o por el contrario, que sean factores de emancipación para nuestra querida Argentina?

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